Cuando comprendamos el misterio de las coincidencias en nuestras vidas entenderemos la conmoción medieval que causaron muchos hechos en las tradicionales iglesias, por lo tanto hace 500 años creíamos colectivamente concentrándonos en el dominio de la naturaleza cualquier cosa que se nos dijera desde un púlpito, porque en nuestra conciencia no nos imaginábamos el avance adonde la tecnología nos podía llevar. En resumen, cuando comprendamos la segunda revelación empezamos a crear una otra verdad para reemplazar la espiritual que habíamos perdido, para sentirnos más seguros, descartamos y negamos sistemáticamente los aspectos misteriosos de la vida en el planeta. Ya no somos tan rígidos y elaboramos la ilusión de que vivimos en un universo que es totalmente explicable y predecible y comprendemos que los hechos fortuitos no tienen ningún significado. Para mantener la ilusión, tendíamos a negar cualquier evidencia de lo contrario, a limitar la investigación científica de los hechos paranormales y a adoptar una actitud de escepticismo. Explorar las dimensiones místicas de la vida pasó a ser casi un tabú. Sin embargo gradualmente se produjo un despertar en la Edad Moderna y la apertura de nuestras mentes y una nueva cosmovisión comenzó a aparecer.