Los hombres que no crecen
Muchas veces y sin querer movilizamos, ciertas zonas oscuras de nuestro inconsciente colectivo, sin darnos cuenta. En general la madre y la TV hoy día, es la que está más tiempo con su hijo durante la etapa de maduración del infante. Es ella quien lo recoge en la escuela y con quien luego va a tomar un chocolate, al parque y a otros lugares a los que irían muchas parejas, antes de terminar ambos a solas. Y en la TV, solo ven como se idolatra la figura femenina en general, y en especial en las propagandas de todo tipo.
Cuando el chico va creciendo se va acostumbrando a la presencia de la mujer en su vida y en la escuela su amor es la maestra. Para el niño no hay otra mujer que no sea su madre y frente a ella, lejos de una esencia infantil, despliega una forzada, improbable adultez. Se siente seguro y contenido solo junto a ella y la va idealizando. Ella le permite todo por verlo feliz. Esto es natural decía Jung, imagínense cuando esto se agrava porque el padre no sabe ocupar su lugar, vive solo para trabajar, o vive con sus amigos su vida de soltero. Club, tenis, fútbol, etc. El problema natural se agranda a si mismo, cuando los hombres, en nuestra cultura, están ausentes y dejan de ser referencia, para sus hijos. Esto sucede por muchas causas, algunas relativas a la propia incapacidad del hombre de ser padre y otras porque la mujer al sentirse inferior ante un padre triunfador no le habla del padre al hijo, no le explica el porque de su ausencia por su trabajo o simplemente trata de ocupar su lugar discutiendo con él frente a sus hijos. O se agrava aún más, porque su padre se ha ido, o se ha producido la ruptura de la pareja, muy común en este mundo, más que en el de Jung. Todo esto hace de la madre la única fuente de formación emocional y acaban por ser lo que Carl Jung llamaba convertir a sus hijos en un “puer”. El “puer” es un niño eterno, un varón, valga la redundancia, pueril, que se niega a crecer, que teme serlo y comprometerse, que se siente frágil y vive a la espera de la mujer perfecta, es decir, la reencarnación de la madre. Muchas veces termina con la primera que como lo hacía la madre, le de todos los gustos. Nunca alcanza a sentir lo que es el “verdadero amor”, aquel que se sustenta en la discusión permanente en busca de la idea que lleve a la obtención del destino por ambos buscados en libertad. En esos casos el hombre “puer” abandona sus proyectos por la comodidad de tener una mujer en casa, que suplante a su madre en las cosas que no puede hacer con ella. Tiene pocos amigos, se encierra desde niño en sus cosas, y vive una vida de ilusiones, al mejor estilo de la mujer que espera su príncipe azul.
Ese “puer” es, para seguir con el pensamiento de Jung, la sombra que se esconde tras la mayoría de los hombres adultos de nuestra cultura, que han pasado por esta situación. Pueden llegar a ser muy inteligentes y triunfadores en sus trabajos, pero es la parte de sí que está oculta en lo más profundo de su conciencia, la que se niega a aparecer, y lo lleva en definitiva a la frustración. Cuando “se da cuenta” si tiene esa suerte, ya está frustrado. En general son distraídos, despreocupados de su figura masculina y sobretodo de su vestimenta. Ese modelo de varón es siempre hijo. Es hijo de su esposa, es hijo de su novia, es hijo de su amante y, por fin, acaba por ser hijo de su hija. Mientras tanto, crece con "hambre de padre", el síndrome de quienes han padecido la ausencia emocional de un padre que sea transmisor de valores, de patrones masculinos, nutricios esenciales, que espiritual y emocionalmente, el niño necesita, que sea guía, referente, sustento afectivo. Como hijo eterno, el varón “puer” se permite "travesuras" y espera que, como una madre paciente, su esposa, su novia o la mujer adulta, que acompaña su vida adulta, las comprenda y las disculpe. Luego es muy común que le recrimine a su esposa no ser como su madre. (Siempre nos referimos a este tipo de madres “perfectas”.) Como hijo eterno, es incapaz de desenvolverse solo en el área doméstica. Puede ser poderoso en el mundo externo y público, pero puede morir de inanición cuando tiene que atenderse a sí mismo en el plano cotidiano. Necesita una mujer que lo alimente, que llame al médico por él, que se haga cargo de la crianza de los hijos de ambos, que administre la vida social y emocional de la pareja y la familia. Frases como "no hay nada como una madre", "madre hay una sola", "la madre es el primer amor", etc. Son comunes en una sociedad que no se da cuenta que forja un tipo de personalidad y de vínculo, donde el padre siempre está en segundo plano. Por otra parte, esa mujer, madre, esposa, amante, hija, es la misma que posiblemente luego terminará resentida por no haber tenido a su lado un marido real, un par, un compañero adulto para que, diferentes, e integrados ambos, pudieran alcanzar la complementación de lo femenino y lo masculino en una relación trascendente, y fundamental para lograr la crianza de un verdadero hombre.
Con esto creo haber explicado simplemente lo que es un concepto muy profundo y no se ve claramente, si no por mentes que han estudiado el tema y les preocupa, pues el “puer” suele ser bueno, cariñoso, y fácil presa para cualquier mujer que lo sepa distinguir, si es un triunfador, o prototipo del soltero que nunca encontrará la mujer que lo conforme. Además y quiero aclararlo, existen hombres “puer” que han salido de matrimonios que supieron educarlos como expliqué, pero que en sus genes llevan “la comodidad y la falta de ambiciones como un caldo de cultivo muy especial.” Para finalizar quiero solo que piensen hasta que punto cada uno de nosotros no somos en mayor o menor grado un “puer” más. El concepto “puer” es filosófico y no se distingue claramente como una enfermedad. Pero tiene cura y la cura comienza en el momento que cada madre se da cuenta del hijo que tiene y el hijo se da cuenta de lo que en definitiva es. Las razones, que hemos simplificado son muy complejas, pero la solución, les aseguro es muy sencilla, solo se necesita VOLUNTAD!
Dr. Jorge O. MartínezPara www.jordiweb.com.ar