PARA PENSAR Y MEDITAR

Cuentos, Relatos, Noticias, todo lo relativo al interés general tendiente a hacer reflexionar a la gente y enseñarles a pensar como seres individuales, enseñarles a encontrarse con sigo mismo y sobretodo aprender a seguir las señales de la vida. La vida es un pensamiento. Tu eres lo que piensas. Dirigido y supervisado por el Dr. Jordi M Becerro.

domingo, 21 de marzo de 2010

DOS HERMANOS

Había una vez dos hermanos criados en el mismo hogar, cercanos entre ellos, pero muy distintos el uno del otro. Todos somos diferentes es obvio. Pero en este caso el contexto en que se criaron era el mismo.

Habían compartido, una excelente educación en el seno familiar, habían ido a la misma escuela, habían tenido una infancia excelente y viajado por el mundo y hasta fueron a la misma Universidad.

Tuvieron una madre excelente y un padre que dio todo por ellos, salvo que era muy exigente y a veces les daba demasiados consejos como si no supiera que ya eran hombres. Es que para un verdadero PADRE es difícil dejar de serlo.

Uno de los hermanos se convirtió en un ser muy independiente, muy pensador y demasiado distraído. Bueno, pero inocente a la ves.

Era lento para trabajar y poco habilidoso fuera de su tema de estudio en el que concentraba todo su esfuerzo. Evidentemente le fue bien en la vida, pero no despego. Aunque fue feliz a su manera. A pesar de repetir y repetir errores.

Cuando en una ocasión le preguntaron porqué actuaba de esa manera, él contestó:

- Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?

El otro hermano, a pesar de los problemas y dificultades, nunca dejó de estudiar, se casó y se convirtió en un atento esposo y en un buen padre. Era también un empresario exitoso que aportaba mucho a su comunidad. Despego y llego a ser y reconocido.

Un día, en una entrevista, le preguntaron a qué atribuía el éxito que en su vida había tenido, y respondió:

- Con un padre y una infancia así, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?

Este cuento revela que los padres deben educar a sus hijos con todo el sentimiento y amor que posean y darle todos los placeres que como hijos se merecen. Ayudarlos a crecer y de grandes saberlos aconsejar. Allí, termina la misión de padre. Aunque nunca se deja de serlo.

Cada hijo como entelequia, espiritual, material y de acuerdo a su contexto social será lo que debe ser o no será nada. Y la visión que tengan del padre será seguramente distinta en cada uno de ellos.

UN CUENTO DE
J O R D I
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